Marta Cobos (Córdoba, 1994).
Ilustradora autodidacta.

Demostré mi amor por el dibujo incluso antes de saber escribir. De ahí que mis primeros garabatos estuvieran firmados con mi nombre al revés. Mientras que mi alrededor se debatía en la disputa de si me había poseído el demonio o tenía altas capacidades, yo me entretenía en pintorrear todo cuanto tenía a mi alcance, con una cera metida en la nariz.
Con el paso del tiempo, se desveló que, a pesar de los sobresalientes, no era tan inteligente, sólo tenía prisa por acabar los deberes para sumergirme en colores; y que, aunque en otra época podrían haberme quemado en la hoguera por múltiples razones, tampoco habitaba nada sobrenatural en mí, salvo usar el arte como herramienta terapéutica para ordenarme la cabeza.
Cambié de escenario pintando en las mesas de la última fila en las aulas magnas en la universidad. Turismo. Mientras la terminaba, tuve la oportunidad de trabajar como azafata en el museo C3A de Córdoba, y en los ratos muertos, por variar, llené seis libretas de tinta. Conocí a infinidad de artistas, que, tras ojear lo que hacía, me animaron a estudiar algo relacionado con este mundo.
Y allí estaba, preparándome por libre la prueba de acceso al Ciclo Superior de Ilustración, con media carrera por concluir y dos trabajos para costearme aquel sueño. Ante la sorpresa de todos entré, pero sólo pude mantener el ritmo un trimestre. Compaginarlo todo era físicamente imposible.
Dejar Ilustración me rompió por dentro, sin embargo, aquella catarsis me impulsó con más fuerza que nunca. Conocí a personas maravillosas, de talento inigualable, de las que aprendí más que en clase.
Han sido muchas noches en vela. Amaneceres con manchas de acrílico en los codos y gotas de acuarela en las pestañas, las que hacen que nunca abandone la idea de seguir luchando y me brindan la oportunidad de contar mi propia historia con cada trazo.
¿Te atreves a descubrirla?